Cuando tú nos dejaste
parecía llorar tu guitarra,
ya nunca más hablaría;
ya nunca más volverían
tus mágicos dedos a pulsar
sus cuerdas de acero
Solo hubo un inmenso silencio,
y una enorme marea negra
que brotaba del mismo Harlem
y que acompañaban tu ataúd
mientras que sus ojos eran ríos
porque tú te habías ido
Mágico espíritu negro
tú fuiste el único
que, a una guitarra,
la hiciste cantar y llorar
Tu necesitabas esa “Nieve”
que te empujo al infierno
y, entonces, te quisiste bajar;
pero ya era demasiado tarde,
llevabas su nombre tatuado
a fuego en tu mente;
y te enfrentaste a tu guitarra
para seguir haciéndola reír,
para seguir haciéndola llorar;
para que, una y otra vez,
volviera a cobrar voz
en cada actuación tuya